jueves, 12 de agosto de 2010

10ª CEREMONIA

Sobre la bandeja de plata de los eventos
una púa de erizo de mar ,
dos copas de cava.

El aspirante llevara,
o no llevara, una corona de espinas,
solo como abalorio.
Habrá ayunado al menos
los últimos cinco minutos.
Las marcas de azotes en la espalda
no pueden ser figurados.

Cuando los sacerdotes estén
lo suficientemente drogados
dará comienzo
la ceremonia.

Dos (2) (II) sacerdotes tipo “A”
sujetaran al aspirante de los brazos,
y con sincronizada violencia
le golpearan las canillas
con sus botas metálicas
haciéndole caer de espaldas.

Así, formando una cruz en el suelo
o formando
cualquier otra cosa
que le apetezca,
un (1)(I) sacerdote “Z” se inclinara
le tirara graciosamente  de la lengua
y clavara en ella
la púa de erizo.

En ese momento
todas las historias del oriente
y el occidente,
buenas y malas, reales
y ficticias,
todo el saber y el sabor del Mediterráneo,
todo el dolor
y todo el placer
de sus riberas,
pasa de la punta de la púa
al alma
del aspirante.

Un segundo después
2 (2) (II) sacerdotes
tipo “sin letra”
le abren los ojos
y vierten en ellos
las copas de chispeante cava.

Así
recibe la luz de las tierras de sus padres,
y ve lo que vieron e imaginaron
sus abuelos,
lo que verán sus hijos,
las peores matanzas
imaginadas,
las intrigas,
los incestos,
las caricias de amor
y las otras,
los nacimientos
y las muertes.

Tres (3)(III) días después,
cuando se le haya pasado el enfado,
se le puede invitar
a una cerveza
y a un bocadillo
de jamón serrano.
Todos (todos) los sacerdotes
silbaran disimulando
cuando el aspirante pregunte
por esa extraña cicatriz
en su pecho.

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