sábado, 27 de noviembre de 2010

¿cómo podría yo hablar
de la confusión y el azar?
Ahora que las palabras
me duelen más que nunca
arañandome la garganta
y desgarrándome las neuronas.
Ahora que al escribir
las teclas horadan afilados gritos
hacia mi corazón.

Te digo que no creo ya en nada,
ni siquiera en negras púas de erizo
ni en avestruces, ni en bailarinas exóticas.
Solo en la dulce locura
que te invade el alma
y se convierte en fúnebre losa
grabada de amor y rabia,
solo
en una mano en la mejilla,
en unos ojos
cerrados y tranquilos como la muerte.

Sé que no puedo hablar ya
de confusión y aleatoriedad
porque todo es
aleatorio
y confuso
y todo conduce
mas allá de ninguna parte.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Esa desesperación grande en el corazón
que te hace caer el alma al suelo
suave e inexorablemente
como una bolsa de plástico
meada por los perros.

La certeza de que nada es posible,
y que la suerte
no existe.

Un deseo dulzón
de dejarse llevar
por la corriente
sin ofrecer
la mas mínima resistencia.
Cerrar los ojos
y que el silencio
vaya haciéndose
para siempre.