sábado, 14 de abril de 2018

agradecimiento


He visto morir
muchos versos,
he sujetado
con ternura
sus signos
de
puntuación
mientras
se les iba el ultimo acento,
he acariciado
sus tildes como una madre;
mis ojos
se han llenado de penas agudas
muchas veces.

Pero los versos
siempre se reencarnan
en nuevas cordadas de silabas esclavas,
en nuevos collares de perlas negras o de bisutería china,
en nuevos bailes
de presumidas avestruces dada,
incluso en nuevos estúpidos cisnes
de esdrújulas caducadas.

Se reencarnan los versos siempre
en nuevos fuegos,
purificadores o fatuos.

He ayudado a morir
a muchos versos viejos y cansados
que habían ya contado
todas
sus historias,
que habían ya agotado
todas sus metáforas,
que se les soltaban las sinéresis
y se les olvidaba el símbolo;
que no pertenecían, ya, a este tiempo
y exigían su descanso lejos del papel áspero y amarillo.

He sufrido
la muerte injusta de los versos
más jóvenes,
de los mas atrevidos, de los mas inconscientes,de los mas
prometedores, los que iban a ser
mecha de la revolución definitiva,
cayendo leves al suelo,
si, por supuesto:
                      como hojas
                        de
                           otoño adelantado.

Y todos ellos,
los torcidos, los amables,
los versos enamorados y los versos
caídos, los secretos
y los versos clandestinos,
todos ellos,
los versos vivos, los versos muertos
y los que habitan el limbo de las rimas,
los robados y
los falsos,
todos ellos, digo,
me han dado siempre, generosos:
la vida.

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