domingo, 18 de noviembre de 2018


Pero sucede que los monstruos
no se olvidan
por mas que mire hacia otro lado,
sucede que los monstruos
son reales
y feos esta vez,
y ya no acechan tras las puertas en forma de volutas de humo blanco,
están ahí, delante, plantados, silenciosos, quietos, mirando
de frente
con los ojos abiertos,
muy abiertos,
con las garras afiladas, mas afiladas
que nunca.

No es
como lo esperabas,
no es el susto fácil
de las películas fáciles.
El miedo es como un funcionario de hacienda
con sus notificaciones
frías
e inevitables,
tiene cara el miedo
de primo lejano,
de tipo normal tomando una cerveza
en una terraza cualquiera.
No es como lo esperabas
y quizás por eso
es mas cruel y mas injusto y helado e incontestable.

Los monstruos miran, solo miran
y los ojos
se hacen lágrimas
de niño perdido en la playa un domingo de agosto,
los músculos carne blanda apenas sujeta por pequeños alambres
y la razón que siempre fue la única guía posible
se vuelve mentira incapaz
de dar consuelo.

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