viernes, 2 de septiembre de 2016

Playa de las negras


Adivino
una pequeña playa habitada
de ayer y de mañana,
de romas piedras negras.
El oleaje breve del amanecer
acompasa el corazón con la naturaleza.
Sentado
en una roca, se pierde la mirada
más allá
de los tiempos,
se pierde la mirada
más
allá
de la vida,
de la muerte.
Todas las risas
y todas
las lágrimas
de la historia
habitan ahora
en mí.
Soy
dios fenicio,
romano,
griego,
dios persa y egipcio.
Soy el brazo del esclavo
y el remo de la pentecóntera
rompiendo rítmicamente la plata salada.
El olor
de la sangre,
del salitre
y las especias,
el olor
de su pelo milenario
que es tomillo
y alhábega
y que es petroleo
y sudor.
Soy
el balanceo del ciprés
junto al camino empedrado
al paso de la cuadriga,
al paso del BMR,
el aire racheado
por espadas mercenarias
y kalashnikovs
de segunda mano.
Adivino una pequeña
playa
habitada
de ayer y de mañana
y el mediterráneo lo es todo
y todo yo, entonces, soy
mediterráneo
y estoy en paz y en guerra,
devoro a mis hermanos
y los llevo hasta las estrellas,
odio de guerrero,
amor de madre salada,
indiferencia de dios.

Vivo en un eterno coito
fecundando a la tierra con furia y con ternura,
derramándome en cadáveres y espuma,
deshaciéndome
en galernas, ventiscas, tifones,
en encalmadas mortales como últimas caricias.


Adivino
una pequeña playa
habitada de ayer y de mañana
y sé
cuál es mi pueblo,
                      cuál es mi sangre,
                                           cuál es mi patria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario