lunes, 23 de enero de 2017

Boceto/reflexión para algo.


     No sé de que revolución me hablas cuando me hablas de revolución, de que revolución te hablo, metido en unos vaqueros de Zara, escribiendo poemas contra todos los Zaras, pero son de segunda mano y no vamos a romperlos, a quemarlos, eso sería como reírse otra vez de esos pobres niñitos que los hicieron en cualquier antro de cualquier país tercermundista. Hablamos del arte, de la poesía, de la poética, de su muerte a manos de jóvenes artistas occidentales ¿cuantas veces nosotros y otros como nosotros hemos matado el arte, la poesía?. Tampoco entiendo muy bien esa necesidad de matar la poesía, la poesía ya se muere sola continuamente en cada esquina, en cada taller de mierda de cada país de mierda, se muere al nacerse, eso es consustancial al arte, morirse al nacerse. Estamos aquí a vueltas con la revolución de las palabras usando palabras aprendidas en esa universidad que decimos hay que destruir, pero claro no vamos a des-aprender, ademas de que es imposible no podríamos entonces tener esta conversación.
     Esta conversación no existe, los interlocutores somos perfiles digitales fragmentados, no estoy seguro de que tu seas tu o un puto bot, tampoco importa si eres un bot, un programa, una IA, si podemos cruzar frases inconexas para crear este discurso extraño del futuro (si porque “el futuro ya esta aquí”, desde hace muchos pasados), si podemos, digo crear este discurso de cristales rotos, entonces me da igual tu naturaleza, da igual que esta conversación no exista, no existir es otra forma de estar, se llama ausencia y bien pensado quizás sea el lugar que habitamos.
     Posiblemente vivimos para acumular ausencias en las que habitar, en las que ser, definiéndonos en lo perdido, proyectando hacia la nada esa definición
     Hablamos de revolución ya con r minúscula, aquí en el occidente ya esta todo bien atado, bien organizado para que solo pueda ser así con r minúscula, cada cual con la suya y así la revolución se convierte en un simple empujar personal para hacerse el hueco un poco mas cómodo, para sentirnos un poco menos cabrones, menos traidores, menos participes de todo lo que nos repugna , pero no hay forma de escaparse, tenemos que aceptar las cosas, de mejor o peor grado pero tenemos que aceptar porque no hay un lugar para el exilio, no podemos ya ser exiliados de verdad, así que nos exiliamos-un-poco-hasta-donde-podemos.
     Matamos el arte cada día, revolucionariamente, exiliados en una cómoda ausencia occidental, a veces pasamos un rato en una ZTA, cerrando los ojos para no ver las verjas, soñando que todo es así, que todo podría ser así.
     Escribimos por la revolución contra el sistema, contra los poderosos, pero ellos no leen nuestras letras, y si las leyesen lo mas seguro es que se pegasen una buena risa, a lo mas que podemos aspirar es a que algún fiscal o algun juez cavernario nos joda una parte de nuestra vida por culpa de una frase ocurrente, ¿y hablamos de matar el arte? ¿acaso no notamos el pestazo a muerto en los recitales de “poesía combativa” en los ateneos?
     Al arte lo mataron otros hace ya mucho tiempo, metiendole billetes por la boca y por el culo y leyes de muy amplia interpretación por el BOE, y de ese cadáver vuelve a nacer para que lo vuelvan a matar la temporada que viene. La cosa es: cuando muere el arte ¿que más muere con él?, cuando un fiscal analfabeto ataca una expresión artística ¿qué ataca realmente?.
     Al fin, quizás, lo que hay detrás de todo, el verdadero cuerpo caído en tierra desde siempre, tratando de levantarse y cayendo una y otra vez, no sea más que la necesidad humana de ser. La libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario